¿Alguna vez te has imaginado que un agujero gigante te arrastra y te engulle? Tranquilo, que te lo hayas imaginado no significa que te has vuelto loco, significa que estabas pensando en un agujero negro. Un agujero negro se forma con la muerte de una gigante roja (una estrella que contiene una gran cantidad de masa). Tras varios millones de años, la fuerza gravitatoria de la estrella empieza a ejercer sobre sí misma, convirtiéndose así en una enana blanca. En este punto el proceso puede continuar hasta la autodestrucción de la enana, que termina convirtiéndose en un agujero negro. Un agujero negro es capaz de reunir tal fuerza de atracción que ni la luz puede escapar de él.
El núcleo de la Vía Láctea es un agujero negro supermasivo (formado por varios millones de masas solares). Qué hay dentro de un agujero negro es un misterio, pero no qué te pasa cuando entras en él. Un agujero negro aplasta tus átomos desviando la trayectoria del electrón y haciendo que se una con el protón, formando así más neutrones. Cuando un cuerpo entra en un agujero negro, se da el mismo efecto que cuando aprietas un tubo con pasta de dientes, el cuerpo se alarga y la cabeza quiere separase de los pies. Cuanta más masa tiene un agujero negro, más fuerza de gravedad tiene.
Nosotros hemos tenido suerte, ya que el Sistema Solar se encuentra a las afueras de la Vía Láctea. Pero no será el núcleo de nuestra galaxia lo que acabe con nosotros, dentro de unos cuantos billones de años el Sol seguirá el mismo proceso que hace millones y millones de años siguió nuestro núcleo.
¿Serán los agujeros negros los causantes de la desaparición del Universo?
